domingo, 13 de enero de 2013

Facundo


   En abril del año 2006, cuando se estaban retirando las últimas nieves de la sierra del Valledor -aquellos inviernos aún eran algo decentes-, fueron apareciendo algunos de los recientes vestigios de las cacerías del lobo por aquellos altos. No lejos de los restos ampliamente esparcidos de un potro me encontré una impresionante visión, la de un gran macho de jabalí también devorado por los lobos, en una campera en los límites entre Allande y Cangas del Narcea. Me había topado recientemente con restos de jabalíes, en Fornela, el Pico Sieiro de Cibea o en el mismo pueblo de Trabaces, pero no tan llamativos como éste. 

   Canis lupus signatus le había hecho una deficiente limpieza de cutis a Facundo -ya que desde entonces decora lo alto de la librería de mi despacho, decidí bautizarlo, por aquello de la continua compañía- y tomé la determinación de adecentar un poco lo que quedaba del pobre sujeto, aunque para ello tuviera que cargar con él durante hora y media hasta mi coche, y los efluvios de los restos pegados a la osamenta me mantuvieran durante el periplo en una cuasi-náusea.

   Luego se me fue un poco la mano con la lejía, y dos de los colmillos se han deteriorado algo, pero conserva su feroz presencia. Me han sugerido pintarlo de rosa chicle, pero creo que, de momento, se va a quedar como está. El morro, destrozado por los lobos, no tiene arreglo posible, porque de cirugía maxilofacial no estoy muy puesto.